“Nunca fui un pobre cieguito, mi familia me dio mucho amor”

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Cuando una persona padece una limitación física, síquica o sensorial, sea adquirida o congénita, el proceso de rehabilitación puede tener diferentes características. El primer paso que una persona con discapacidad debe asumir, es aceptar con dignidad su limitación.

A los ciegos se nos desarrolla muchísimo el sentido del oído y nos sirve para sustituir la vista. Además, el tacto nos sirve para leer el sistema brayle y permite tener referencias de los entornos. Cuando uno padece una limitación, es como si los cuatro restantes sentidos se integraran en equipo para ayudar a sustituir la falencia. Sin embargo, lo más importante es la actitud, porque si a la persona le da pena ser ciego, sordo o parapléjico, frena su posibilidad de rehabilitación y superación.

Yo quedé ciego a los 7 años de edad, tras un accidente casero. Era un niño campesino y mi vida giraba en torno a mirar las mariposas, correr detrás de los perros, subirme a los árboles, perseguir los pájaros, ver el amanecer, el atardecer… mi alegría de niño era viendo, entonces, el impacto psicológico instantáneo es muy fuerte, además que tuve el riesgo de perder la vida. Allí es cuando el entorno juega un factor determinante. Hay familias a las que les da pena tener a un integrante ciego, sordo o con alguna limitación, y eso hace que el discapacitado se sienta excluido, discriminado. Por fortuna, nunca me faltó amor de mis papás ni de mis hermanos. Nunca me hicieron sentir un pobre cieguito. Conté con mucho amor de todos ellos, y ese amor es el que me ha hecho concluir que la ceguera es una limitación, pero nunca una incapacidad.

Yo llegué al Instituto de Niños Ciegos y Sordos de Cali, el 4 de noviembre de 1963. Había quedado ciego el 14 de octubre de 1962. Antes de quedar ciego, jugaba fútbol. Un balón para mí era el mejor regalo. A mi papá toda la vida le gustó el fútbol y yo lo veía jugar y me gustaba. Cuando quedé ciego, sentí una gran frustración, porque pensaba que no iba a poder volver a jugar, sin embargo, en el instituto, empezamos a jugar con cajas de betún, y en el año 74, los ciegos paisas llevaron un balón sonoro a un torneo nacional.

Después, participé con la Selección Valle y fui campeón muchísimas veces, además de goleador en más de 20 torneos nacionales, y participé en un Mundial en Sao Pablo, Brasil (1997). Yo hice los dos goles de la clasificación. Aún practico microfútbol, ya a nivel recreativo. La práctica del fútbol, me ha representado un factor positivo para la interacción social.

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